miércoles, 31 de octubre de 2012

Discurso de la Guardiana de la Luna (3)

La Guardiana de la Luna nos obsequia de nuevo con su sabiduría ancestral... 

En la superficie acristalada de un edificio, descansa el reflejo del cielo, antesala de la belleza del Universo y emisario de los ángeles.

El cielo sonríe cada vez que nuestro corazón permanece abierto y las hadas aletean para festejarlo. Así es como cada uno de nuestros actos queda imprimido en el cosmos y afecta más de lo que pensamos. Por eso, es mejor centrarse en lo que es o en lo positivo. Ello nos eleva a un estado perfecto de bendición o milagro que acaba instaurándose de forma natural en la realidad vivida desde los ojos del ser: ecuánime y neutral. 




Libre de opiniones, el ser es ese árbitro imparcial que ejerce sin pretenderlo, desde el desapego que provoca la caída del ego. El ser toma las riendas, siguiendo al alma y aventurándose en un caminar libre, ligero y espontáneo que acaricia el instante del ahora mismo, ese que se funde en la presencia. Estando presentes, soltamos, dejamos de interferir o inmiscuirnos y tampoco permitimos que otros lo hagan pues no nos sentimos obligados a complacer ni a someternos, tan sólo comprometidos con nuestra verdad, aquella que nace del conocimiento de uno mismo. Ese conocimiento nos llevará a conocer el resto y a no infestarlo con conceptos o prejuicios, si hemos conseguido una mente neutral, comprensiva y equilibrada. Una mente producto de la vacuidad que recibe la existencia como el mayor de los tesoros.
Aquella existencia que sabe que cada lección superada es un regalo que nos ofrece un mayor conocimiento, perspectiva y fe en los valores que nos configuran como personas con humanidad, capaces de emocionarse con lo simple y lo sencillo. 
Esas personas dan la bienvenida al instante de forma espontánea y natural e irradian una luz especial que no precisa de palabras. Es la luz producto de haber conquistado el silencio interior.

Discurso de la Guardiana de la Luna (2)

Emociónate con la belleza natural del paisaje. Con su fauna y con su flora. Tanto las plantas como los animales salvajes obedecen a la pauta de libertad de ser. La naturalidad fluye en cada gesto del reino animal y vegetal y la presencia en su estado genuino gobierna su realidad. 
 
La ligereza de las mariposas y la belleza de su cuerpo, atrae nuestras miradas y nos hace brotar las lágrimas pues el vuelo de las mariposas las conduce a una unión sutil con la fuerza de los cielos. El verdadero tiempo vivido en plenitud es aquél en el que se llora de felicidad. Es entonces cuando se puede sonreír y llorar a la vez y cuando se produce una integración de los opuestos, un acto subliminal que sólo se consigue desde la perspectiva de la dualidad. 
 
Y es, precisamente, en esas lágrimas producto de la emoción de elevada felicidad y reconocimiento que nos produce un momento concreto, cuando nos rendimos a la magia de ese momento que ha conseguido atraparnos en su divinidad. 
 
Sigue caminando sin prisas por el sendero de la vida y conocerás cada vez más profundamente su fluir. Conocerlo es sentirlo y asombrarse ante esa grandiosa aventura que implica adentrarse en él. 
 
 
Podemos establecer un lenguaje implícito e incondicional con los animales y las plantas. Es un lenguaje asombroso y cautivador, tan limpio que carece de juicios condicionantes y limitadores al menos por parte de las plantas y los animales. Y, si algún humano es capaz de interactuar con ellos de forma imparcial, entonces ambas partes están poniendo en práctica la mente neutral, aquella que nace de la paz y la libertad de un ser que se ha desperezado y que respira en nuestro corazón. 
 
Mira a las plantas y a los animales con el corazón y preserva su existencia y su entorno. Estas creando dharma sin saberlo y protegiendo y amparando a otros reinos que en un futuro van a favorecerte. Pero hazlo porque te lo pide el corazón, sin pretender nada y la ayuda te llegará, cuando no la esperes. 
 
Porque cuando nada se espera, llega el milagro. Desprendida de toda intención interesada, actúas de forma honesta y te conviertes en bendición personificada, el luz humana iluminando el corazón divino, en mensajera de los ángeles, hadas y elfos a los que perteneces.

Discurso de la Guardiana de la Luna

La Guardiana de la Luna, esa dama introspectiva y sabia, nos desvela...
 
Estáte  receptiva y atenta a la belleza de la vida para que no se me escape ni un instante. 
El instante cobra mayor sentido, cuando no se le juzga y, por tanto, no se le limita para dejarse ser y volar a su aire. 

Todo acontecimiento debe fluir e irradiar luz, la luminosidad del instante que le insufla vida y acción. Desde el reino omnisciente y de meditación consciente, te alentamos a que irradies energía de luz diariamente sobre el planeta durante toda tu existencia pues es esa luz sutil la que transforma el cariz de los acontecimientos para erigirse en la verdad divina predestinada a todo y a todos, aunque no lo parezca. 

Pero preocuparnos por lo que parece es darle cancha al ego, siempre hay algo más allá, algo que no es comprensible pero que no por eso está destinado a desaparecer sino más bien a cobrar fuerza ante la mirada inaudita de muchos y es que venimos a cambiar nos guste o no. 

Es al ego a quien le gusta o no porque el ser siempre acepta, aunque eso no implique someterse o compadecerse como una víctima o resignarse.

De lo más sencillo, puede obtenerse una plenitud y una libertad infinita sobre todo cuando lo simple se siente como divino.

Enfoca la energía en la realización de lo sublime en cada visión y cada acto cotidiano por intrascendente que este parezca. Ello implica mirar con ojos de niño, libre de conceptos predeterminados y repleto de alegría innata e incesante. Un niño está vacío, dispone del don de la vacuidad, por eso él es sensible a realidades y situaciones que otros ignoran. 

Los niños son empáticos y es, desde esa posición de comprensión neutral a partir de la cual debemos partir en cada gesto que se convertirá en generador de energía limpia de transtornos y de distorsiones emocionales. 



Por eso, la purificación es algo constante que deberíamos integrar en nuestro quehacer. Uno está purificado cuando se siente tan ligero y liviano como las alas de una mariposa. Entonces, la inocencia se respira en cada poro y el agradecimiento interior bañado de desapego nos eleva al propósito de nuestra misión, a ese poder que nos permite trascender el dolor y comprender, aunque no siempre compartir, las actitudes de quienes nos dañaron y nos favorecieron. 

Como piezas en el tablero de ajedrez de una existencia dual, al encontrar nuestro punto de equilibrio, aprendemos a mantener una mente neutral, no condicionada al juicio, completamente abierta a lo efímero e instantáneo del momento, en linea con el ser, en un estado absoluto de presencia. 

El presente, así pues, se rige como nuestro monarca, nuestro guía que nada espera a cambio y que todo obtiene en cada mirada desinteresada pero que ha aprendido a reconocer todas las bendicines recibidas del cielo en La Tierra y que para todos existen en nuestro camino. El secreto reside en no dejarlas pasar, dándoles el valor que realmente tienen.

jueves, 25 de octubre de 2012

El Duende la Ilusión y el Hada Celeste


  
Este cuento de mi autoría fue publicado en el blog Tejiendo Cuentos y Poesías Infantiles de Pilar Begoña. Aquí os dejo el enlace:  

http://tejiendocuentos12.blogspot.com.es/2012/09/el-duende-de-la-ilusion-y-el-hada.html 

Érase una vez un duende llamado el Duende de la Ilusión a quien le encantaba divertirse. Así que era capaz de bailar todo el día, simplemente sabiendo reconocer la música de su corazón. El Duende de la Ilusión se sentía inmensamente feliz siendo capaz de bailar al son del divertido latido de su corazón. Sin embargo, también deseaba compartir tan bellos momentos con alguien con la sensibilidad necesaria para marcar los pasos de tan rítmico baile…

Por la noche el Duende de la Ilusión husmeaba en los sueños de los humanos, esas criaturas tan ensimismadas en los quehaceres de sus vidas cotidianas, que se olvidaban de disfrutar. Pero los humanos poseían un don: a través de sus sueños nocturnos podían dar rienda suelta a su inconsciente lo que daba origen al más variado contraste de imágenes oníricas. Algunas de ellas eran tan originales y creativas que incluso tenían la virtud de hacer sentir bien al Duende de la Ilusión. 




A veces el Duende de la Ilusión  bajaba a visitar los sueños de los humanos con su más fiel aliada: el Hada Celeste, la cual era capaz además de contemplar esas imágenes, de interpretar las emociones que aparecían ligados a esos sueños. Al Duende de la Ilusión  le encantaba descifrar el significado y los sentimientos que acompañaban a la estructura de los sueños de la especie humana. Lo encontraba un misterio fascinante de resolver.

Además al Duende de la Ilusión  le chiflaban los sueños felices y solía bailar en ellos junto al Hada Celeste, pero, una noche ambos se perdieron en las lágrimas que nacían de la angustia y la tristeza de una pesadilla de una chiquilla. El Duende de la Ilusión  y el Hada Celeste trataron de escapar del sueño, corrían en todas direcciones pero les resultó imposible salir:

-Tranquila, hada –le dijo el Duende de la Ilusión-, escaparemos cuando la chica despierte.



Sin embargo, cuando la chiquilla despertó, el Duende de la Ilusión  y el hada siguieron atrapados en ese mal sueño porque la chica era incapaz de apartar de su mente la pesadilla que había soñado la noche anterior. Así que el Duende de la Ilusión  y el hada vagaron por los pensamientos negativos de la chica, prisioneros de esa cárcel intangible. Eran esclavos de sus emociones más ocultas que ahora bañaban cada momento que ella vivía. Desde esa posición, ambos sintieron en lo más profundo de su alma, el frío de las lágrimas de la chiquilla, el bloqueo y el sufrimiento que regaba su corazón de un dolor tal, que el hada y el Duende de la Ilusión  nunca habían sabido reconocer en nadie. Dispersos en la mente de la chiquilla, decidieron idear un plan para añadir una ráfaga de alegría a ese martilleo incesante de negatividad que se había convertido en un peligro para el equilibrio emocional de la chiquilla y a la vez ponía a prueba su fortaleza interior. Sin embargo, era evidente que su fuerza emocional se tambaleaba por momentos.

El Duende de la Ilusión  soplaba con fuerza destellos de ilusión y amor en dirección al corazón de la chica y el Hada Celeste, a lomos de su fiel unicornio mágico, envió al subconsciente de la joven una lluvia de estrellas de tal magnitud que la joven miró al cielo y vio que las estrellas que de ahí colgaban habían nacido de un lugar tan profundo y cautivador que con tan solo mirarlas, su corazón se enternecía y dejaba de llorar. Ese lugar donde nacieron las estrellas se reflejaba en el espejo de los ojos de la joven y ella pudo reconocer su poder gracias a la brisa de serenidad que se desprendía de los pasos apresurados del Hada Celeste y del Duende de la Ilusión, que regresaban a su mundo encantado…


Estas ilustraciones de mi autoría han sido realizadas según el método de Christopher Hart en Dibujar hadas (págs. 47 y 69).

jueves, 18 de octubre de 2012

Cuento del artesano y la pobre chiquilla



Érase una vez un artesano que trabajaba de sol a sol para poder mantener a su familia. Apenas dejaba su mesa de trabajo movido por el sincero interés que imprimía en su tarea y por el amor que sentía hacia los suyos, quienes vivían de su escaso salario. Tampoco disponía de mucho tiempo para dedicarse a sí mismo y para poder compartirlo con los suyos y ni mucho menos podía permitirse el lujo de poder sentir la brisa de la mañana deslizándose en su rostro, pues siempre estaba encerrado en su taller artesanal.
Sin embargo, en lugar de lamentarse por su situación, él bendecía cada minuto que podía emocionarse con cada una de las bellas piezas que esculpía y que después vendía para poder mantener a los suyos. Adoraba a sus hijos y a su encantadora esposa, que siempre le servía un plato caliente en cada comida y le dedicaba la mejor de sus sonrisas. Nunca le reprochaba nada y sus hijos tampoco. Y aunque eran pocas las horas que podía brindarles, él se sentía agradecido por cada instante que la vida le regalaba junto a ellos pues el calor familiar le aportaba una confianza y seguridad únicas.
-En verdad, mi mejor obra es la familia que he creado – se repetía cada día el artesano.



Durante su agotadora jornada, miraba por la diminuta ventana cuando salía el sol al amanecer y cuando se ponía.
-¿Cómo será sentir sus rayos al aire libre, en libertad? - se preguntaba y seguía trabajando y trabajando...


Un día una chiquilla pobre de aspecto desaliñado llamó a la puerta de la humilde casita donde vivía la familia y el artesano le abrió la puerta:
-¿Podría darme unas monedas? – preguntó al artesano. No -le respondió–. Apenas tenemos para subsistir, pero quédate a comer.
-Por supuesto – asintió complacida su esposa. Así que la chiquilla entró… y cual fue la sorpresa de la familia cuando descubrió su hermoso rostro, bañado de luz. 




¡Era el rostro de una hada!



-Soy esa luz que miras de sol a sol, la luz de tus sueños y de tu fuerza de voluntad, la luz de la ilusión que imprimes en cada momento. Esa luz de humildad y de agradecimiento que ves al salir y al ponerse el sol y que hace que en lugar de quejarte, aprendas a reconocer lo sublime de cada momento: algo que escapa a los demás...
-Soñé contigo la otra noche…-musitó el artesano.


-Sí –le dijo el hada-, era mi aviso y he venido a buscarte a tu familia y a ti para llevaros al Bosque Encantado, aquél en el que el sustento que necesitan los tuyos aparece de forma natural cada día, como la brisa de la mañana y la luz del sol, que tanto deseas sentir… Esa brisa y esa luz de tus sueños, aquellos que tú tan sabiamente y pacientemente sabes crear y compartir con humildad y bondad: esta es mi magia para ti. 
 Extraído de mi libro de descarga gratuita Cuentos de Hadas para niños y adultos publicado en Bubok 
 


Más agradecimientos


Quiero agradecer a Titania la publicación en su espacio virtual de un relato de mi autoría sobre La paz en el bosque. Aquí os dejo el enlace:


http://titania.20six.de/titania/art/817520/DESDE-LA-PAZ-DEL-BOSQUE

Quiero agradecer a la revista literaria digital Letras que en su nº 50 del mes de septiembre en su página 49 publique un artículo mío sobre Reiki. Aquí dos dejo el enlace:

 

Quiero agradecer a la revista literaria digital letras que en su nº 49 del mes de agosto en su página 48 ha publicado mi cuento El príncipe y su sueño y que en su nº 48 del mes de julio en su página 48 publique mi Meditación para transmitir amor. Aquí os dejo los enlaces:  




    

Quiero agradecer a la revista literaria digital Letras que en su nº 47 del mes de junio haya publicado en sus páginas 48 y 49 mi relato Mi encuentro con los elfos y otros seres elementales de la naturaleza y que en su nº 46 del mes de mayo publique en su página 51 mi relato La fuerza del alma desde el río. Aquí os dejo los enlaces:


 




Quiero agradecer a la revista literaria digital Letras la publicación en su ejemplar nº 45 del mes de abril de mi escrito Vacaciones de ensueño en su página 51 y la publicación en su nº 44 del mes del texto de mi autoría titulado Reiki en sus páginas 50 y 51.

Aquí os dejo los enlaces:

 

 

    

sábado, 13 de octubre de 2012

Cuento del hijo del leñador



Érase una vez el hijo de un leñador que tras sus lecciones en la escuela, ayudaba a su padre apilando leña en el cobertizo para luego ser vendida. Sin embargo, su gran sueño era ser dibujante. Solía escaparse a las montañas a dibujar los animales que allí veía: corzos, cervatillos, cabras montesas y pájaros, entre otros. También le encantaba dibujar cada momento que impregnaba el espíritu de la naturaleza: la caída del agua de la cascada sobre el lecho del río, el despertar del amanecer o el majestuoso vuelo del águila, reinando en el cielo. El hijo del leñador adoraba la naturaleza. Tanto él como su padre eran respetuosos con el medio ambiente y, por eso, por cada árbol talado, ellos plantaban dos. Su padre siempre le explicaba que el ser humano debía obtener alimento y sustento de la naturaleza pero también debía comprometerse a cuidarla y a velar por su subsistencia.




-La naturaleza es nuestra madre y, por eso, debemos amarla y ella, a su vez, cuidará de nosotros –le decía siempre su padre.

Y, de hecho, la naturaleza siempre era la musa que inspiraba los dibujos del niño, que no paraba de reproducir la belleza y el silencio de los bosques en cada una de sus creaciones. 

En la escuela sus dibujos siempre eran bien acogidos y adornaban los pasillos del colegio. Un día el chico acompañó a su padre a casa de un cliente que les compraba leña cada invierno y éste observó como el niño dibujaba los árboles del entorno. Había tal grado de realidad en ese dibujo y transmitía tanta paz que el cliente le preguntó al padre el precio del dibujo. El padre se sorprendió y le dijo que se lo preguntara a su hijo. El niño regaló la lámina del dibujo al cliente.

Prosiguieron su viaje hacia la casa de otro cliente del leñador y, sorprendentemente, sucedió lo mismo. El niño estaba dibujando a unos venados que pacían en el bosque y este segundo cliente quedó tan impresionado que se ofreció a comprarle el dibujo. Esta vez, el niño se lo vendió a un precio razonable.

Cuando se marcharon, su padre le dijo:

-Tú vendes tus dibujos y yo vendo leña. Formamos un buen equipo-.



Cuando llegaron a la cabaña, el niño no solo siguió dibujando sino que pintaba sus dibujos con acuarelas con lo que consiguió dotar de mayor vida a sus imágenes a través de vivos colores. Junto a la leña que apilaba en el cobertizo, había una pared donde el niño colgaba sus pinturas para que se secaran. Un cliente de su padre se desplazó con su hija pequeña para comprar leña y cuando fue al cobertizo y vio la belleza y el equilibrio de los dibujos del hijo del leñador, su hija le pidió que se los comprara pues deseaba colgarlos en su habitación de juegos. El niño se los vendió y con el dinero que obtenía por sus dibujos y con la ayuda de su padre, montó un pequeño estudio de trabajo en la buhardilla de la cabaña. La parte trasera era de madera pero la delantera estaba presidida por un enorme ventanal de cristal transparente donde el niño contemplaba la profundidad del bosque.

Cuando llovía observaba como las gotas impactaban en el cristal y como se desplazaban lentamente hacia abajo hasta desaparecer. El niño imaginaba y dibujaba las gotas de lluvia como diminutas estrellas que se habían escapado del cielo y que se habían vuelto acuosas al desprenderse del firmamento y se disolvían al llegar a la tierra. En esos momentos el niño sentía que, en cierto modo, era el guardián de los bosques del planeta y el responsable de mostrarle su divinidad y perfección al mundo. Era tanta su perfección que en los bosques y en cada una de las ilustraciones del niño sólo podía vivirse en momento presente.


El niño se convirtió en un famoso dibujante que ilustraba no sólo cuadros y lienzos, sino cuentos infantiles y relatos por doquier. Adoraba su trabajo inspirador y, además, siguió ayudando a su padre e impulsó a otros dibujantes a darse a conocer. También fundó una organización para velar por el ecosistema siempre bajo la atenta mirada y apoyado por su padre, quien siempre fue su mentor y su ángel de la guarda. 

El texto y las ilustraciones, todos de mi autoría, están inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual. 

                                                                   

 

Cuento extraído de mi libro Cuentos de hadas y oraciones para la Madre Tierra publicado en Bubok 
 

Más agradecimientos


Quiero agradecer a Helen Maran del blog Meditaciones en el Mar Rojo que haya publicado en su blog un cuento mío, El águila que sobrevoló el castillo, con ilustraciones de mi autoría.


 Aquí os dejo el enlace:

http://meditacionesenelmarrojo.blogspot.com.es/2012/10/el-aguila-que-sobrevolo-el-castillo.html 

También quiero agradecer a Titania la publicación en su blog de una meditación de mi autoría. 

miércoles, 3 de octubre de 2012

La joven que meditaba


 Érase una vez una joven que solía ir al bosque diariamente para practicar meditación en el corazón de la naturaleza, en armonía con el espíritu verde que tenía de belleza y de vida el suelo terrestre del planeta.
La joven se adentraba en su sesión introspectiva en la sensación de extrema calma que le producía el contacto con la naturaleza y el silencio y la libertad que parecía posarse en su interior, como una mariposa que vuela grácilmente en el cielo de la madre naturaleza. La joven mantenía los ojos cerrados, mientras se deleitaba con el suave sonido de la brisa, que parecía acariciarla y colarse por cada pliegue de su piel para seguir deslizándose en su corazón y refrescarle el alma.
La niña pedía a su voz interior que esa sensación de serenidad y de silencio también se trasladara a su entorno cotidiano, en el cual, no siempre se daban estas condiciones. Entonces, la niña se escuchó a sí misma y una vocecita interior le susurró que imaginara al silencio como un enorme jardín lleno de árboles y de vegetación frondosa que crecía lenta e ininterrumpidamente a su alrededor, allá donde estuviera físicamente. Cada raíz que crecía en ese bosque interior y cada florecita que asomaba en su cabeza lo hacían desde la semilla del silencio, aquella que yace en cada uno de nosotros y que sólo aflora mediante el intenso deseo del contacto con uno mismo desde la paz interior y la conciliación con uno mismo.
Con el tiempo la muchacha sentiría que el manto callado, discreto y silencioso que habitaba de forma natural en cada latido de su existencia, se instalaría en su realidad.
La vocecita también sopló con su aliento intuitivo que para reforzar la acción natural del bosque en crecimiento, la muchacha imaginara, cuando algo no respondía a este modelo, a su espíritu femenino limpiando con una gamuza aspectos internos de la joven que precisaran dejarse atrás o ser transformados para su mejora emocional.
Así que la joven, tras su sesión de interiorización meditativa, no cesó de poner en práctica la imagen de su propio bosque silencioso, hermoso y tranquilo, creciendo en su fuero interno y, cuando las cosas no iban como ella esperaba, con confianza y fe, visualizaba a su hada interior, limpiando y puliendo con una gamuza todo aquello que precisaba de más brillo y luz. 
Para eso, primero era necesario detectar qué oscurecía la luz de cada aspecto o emoción y una vez identificado, el hada aplicaba su magia una y otra vez, sin parar de frotar y sacarle brillo al aspecto molesto que debía convertirse en una sensación en consonancia y unidad con el ser de luz que la joven era. 
 Una de las cosas que la joven había identificado era el parloteo incesante de  pensamientos obsesivos los cuales parecían atraer el borboteo ruidoso que se gestaba alrededor. Además, la joven solía tener monólogos donde batallaba con los demás. Aquello podría tener como consecuencia que la joven conviviera en ambientes y lugares ruidosos tanto en sus tareas cotidianas como en su hogar. En lugar de negarse y dejarse atormentar por ello como había hecho hasta ese momento, la joven visualizaba una y otra vez con la fuerza mental de sus pensamientos la calma de su bosque fluyendo y creciendo con fuerza en su interior pues ella sabía que su momento actual pasaría y dejaría atrás la pauta que le preocupaba. Además, cuando sus fuerzas flaqueaban y el ruido parecía apoderarse del instante, ella pronunciaba mentalmente las palabras mágicas que su hada le había desvelado en meditación: 


“Penetra y atraviésame. En mí sólo entra la paz y el silencio.”
Su hada le explicó que esta fórmula mágica puede usarse para cualquier situación que daña nuestro equilibrio mental y que se puede cambiar las palabras paz y silencio por aquello que deseemos que permanezca con nosotros. Con calma y paciencia, los resultados son asombrosos pues la magia permite abrir una nueva puerta inesperada y perfecta para resolver la situación.   


     La joven sabía que tras la serenidad que ella una y otra vez invocaba, residía la energía del amor por sí misma y esa energía iba a provocar cambios poderosos en las vidas humanas. La joven nunca dejó de creer en sí misma ni en las palabras de su hada interior y visualizaba frecuentemente como crecía su bosque interior y cómo su hada transmutaba sus emociones con su bayeta mágica, siempre limpiando.
Por el momento, los demás no cambiaban, pero ella dejó gradualmente de sentirse tan extremadamente molesta por los ruidos o ideaba estratagemas para evitarlos, como ausentarse puntualmente del foco molesto para escaparse unos valiosos instantes a un lugar más tranquilo, para retornar después al foco del conflicto más mentalizada y serenada. Ella miraba de frente a lo que le inquietaba, pero pronunciaba en silencio una y otra vez la fórmula mágica, consciente de que aquello sólo era temporal y que la fórmula pronto causaría sus efectos. A veces, la joven, que era muy sensible, desfallecía y lloraba, pero pronto secaba sus lágrimas ante la agradable sensación que le producía repetir aquellas frases.
Un día un caminante que estaba de paso en la aldea donde la joven trabajaba, le habló de una casa en las montañas, cuyo propietario había fallecido sin descendencia, y cuya viuda necesitaba venderla imperiosamente por lo que el precio era asequible. La joven le dijo a ese casi desconocido que a pesar de ello, el modesto salario que ella ganaba, no iba a poder satisfacer el precio de la casa. Sin embargo, era tal el deseo de la viuda de vender aquella propiedad en la que había vivido con el que fuera su marido y que tantos bellos recuerdos le evocaba y que ahora la aprisionaban, que consintió en que el pago no fuera todo de una vez para facilitar que la muchacha pudiera permitirse comprarla. ¡La muchacha no se lo podía creer! Pues la casa se alzaba en el corazón de las montañas, rodeada por un valle de ensueño. Se trataba de una zona tranquila y segura y estaba cercana a su lugar de trabajo. La joven supo entonces que ese lugar se correspondía con el manto de silencio que ella una y otra vez no había cejado de llamar interiormente.


Al cabo de unos meses, un ermitaño se acercó al enorme jardín que rodeaba la casa de la joven para respirar ese silencio que emanaba de cada rincón. Llamó a la puerta y le dijo a la muchacha que él pertenecía a la orden de un monasterio que se había construido recientemente en el poblado. El monasterio era un santuario de silencio, paz y pureza, y los frailes que formaban la congregación deseaban meditar cerca del jardín de la muchacha, en calma y quietud, pues ese lugar emanaba tal calidad de espiritualidad, luz y sosiego, que estar en el jardín era una forma de estar cerca del cielo y de la divinidad. A cambio, ofrecerían a la muchacha un canon. Aquello agradó a la joven. Con el canon pudo costear el precio completo de su casa en las montañas y los monjes siempre respetaron el ambiente calmo que rodeaba la casa. Como ellos continuaban pagándole el canon, con el tiempo, la muchacha pudo abandonar su empleo para dedicarse por completo a la meditación y a la sanación emocional.
En sus meditaciones, la muchacha agradeció a su hada interior toda la sabiduría que ella le había desvelado y que continuaba desvelándole para seguir ayudándola a ella y a quien lo necesitara.                  
-Tanto buscar el silencio y al final el silencio siempre ha estado en mí, pero dormido. Se trataba simplemente de invocarlo y despertarlo para que aflorara. –dijo la muchacha para sus adentros, mientras se acordaba de las palabras mágicas:
“Penetra y atraviésame. En mí sólo entra la paz y el silencio”.



Cuento publicado en mi libro Cuentos de Hadas para niños y adultos editado por Bubok Publishing, S.L. en 2011